...
Cuando finalmente se despertó, despertó en el lugar soñado. Y se asustó, no como de la manera en que asustaba, cuando sumida en la curiosidad, le daba por ver una película de terror. No, esta vez sintió miedo, miedo de verdad, en su estado más puro. Había soñado miles de veces con aquel lugar, había hablado de él, había deseado encontrarse allí, pero, era solo eso, un sueño. Y, tras varios minutos de parálisis al afrontar una nueva situación, decidió encaminarse y descubir, lo que en multitud de ocasiones había vivido desde un punto un tanto externo. Se sintió libre y se dió cuenta de que ya no estaba cansada. Y no es que ya no tuviera sueño, sino que esa pesada carga que llevaba a sus espaldas, había desaparecido. Para entonces, ya habían terminado las vacaciones de verano.